Mujeres que dejaron huella: Cecilia Grierson, primera médica Argentina

Cecilia Grierson tuvo un sueño. Uno inmenso para su época: ser médica. En 1889 lo cumplió, siendo la primera mujer en recibirse de Medicina en el país, incluso se especializó como cirujana en Ginecología y Obstetricia.

Foto de Cecilia Grierson

Lo que hoy parece una posibilidad común para miles de mujeres, en aquel tiempo era casi una utopía. Hoy, la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires recibe aproximadamente 15.000 estudiantes por año, de los cuales, según el Ministerio de Educación, el 72% son mujeres. Ellas caminan por pasillos que alguna vez fueron territorio exclusivo de varones, recorren aulas donde antes se les negaba hasta la posibilidad de sentarse, y construyen futuro gracias a pioneras como Grierson, que transformaron la excepción en regla.

Pero nada de esto fue casual. Nada fue sencillo.

Cecilia nació en 1859 en Buenos Aires, pero creció en Entre Ríos, hija de una familia de inmigrantes escoceses e irlandeses. Desde joven, ejerció como maestra rural, uno de los pocos caminos educativos abiertos para las mujeres en esa época. Sin embargo, la enfermedad y posterior muerte de una amiga muy cercana, Amalia Kenig, encendió en ella la vocación por la medicina. Años después, recordaría ese momento con profunda emoción en sus memorias, donde dijo “Creía que podría salvarla poseyendo los conocimientos necesarios, es decir, siendo médica. ¡Vana ilusión! Murió Amalia Kenig algunos años después que obtuve el diploma anhelado”.

Su ingreso a la Facultad de Medicina en 1883 fue un hito polémico. Para poder estudiar, necesitó obtener un permiso especial del rectorado de la UBA, que habilitara la excepción de género, si bien la reglamentación de la época no prohibía explícitamente el acceso de las mujeres, tampoco lo contemplaba. Su solicitud generó debates encendidos entre las autoridades universitarias y fue mirada con escepticismo por buena parte de la comunidad médica.

Pese a los obstáculos, Grierson se graduó en 1889 , convirtiéndose en la primera mujer médica de Argentina y de Sudamérica. Su tesis trató sobre "Histero-ovariotomías", una práctica quirúrgica de avanzada para la época, demostrando desde el inicio su interés por la salud integral de las mujeres.

La lucha no terminó con el diploma en la mano.

Durante su formación, le negaron sistemáticamente acceder a cargos docentes o jerárquicos. Pese a ser una de las mejores estudiantes, solo pudo obtener el puesto de ayudante en la cátedra de Histología luego de enviar una carta al decano, Dr. Pedro Pardo, donde solicitaba con firmeza lo siguiente, “Como el Sr. Llovet renuncia a su cargo de preparador de histologia patologica, solicito me nombre en su remplazo. Todo el año me he dedicado a esa práctica y soy considerada una de las mejores alumnas en la materia”.

Su carrera se fortaleció cuando comenzó a trabajar en el Hospital San Roque, hoy Ramos Mejía, en las áreas de ginecología y obstetricia. Desde allí, volcó todos sus esfuerzos a profesionalizar la atención de la salud de las mujeres, fundando en 1890 la primera Escuela de Enfermeras de Sudamérica, un paso clave para dignificar la tarea del cuidado, hasta entonces desvalorizada y carente de formación formal.

Viajó a Europa para especializarse y, al volver, fundó instituciones clave como la Asociación Obstétrica Nacional, la Sociedad Argentina de Primeros Auxilios, y fue una de las fundadoras de la Asociación Médica Argentina en 1891. Ese mismo año, participó en la primera cesárea realizada en el país, un hito de la obstetricia nacional.

A pesar de todas estos logros mencionados, se seguían poniendo límites a su crecimiento profesional. En 1894 se presentó al concurso docente para obtener la cátedra de Obstetricia para Parteras, pero las autoridades lo declararon desierto dado que en esa época, las mujeres no podían aspirar al profesorado universitario, por ello escribió en sus memorias:

“No era posible que a la primera que tuvo la audacia de obtener en nuestro país el título de médico-cirujano se le ofreciera alguna vez la oportunidad de ser médico jefe de sala, directora de algún hospital, o se le diera un puesto de médico escolar, o se le permitiera ser profesora de la universidad”.

Grierson no se limitó a la medicina: entendió que para transformar verdaderamente la realidad de las mujeres, debía intervenir en la política y en la sociedad civil. En 1899, fue presidenta del Congreso Internacional de Mujeres en Londres. Al año siguiente, fundó el Consejo Nacional de Mujeres en Argentina. Junto a la Asociación de Mujeres Universitarias, promovió el Primer Congreso Feminista Internacional en el país, donde se debatieron temas revolucionarios para la época: educación igualitaria, legislación laboral para las mujeres, derecho al sufragio y la protección de la niñez.

La Doctora Grierson falleció el 10 de abril de 1934. Su legado no se mide solo en títulos o cargos, sino en la profunda huella que dejó en la historia de la educación y la salud pública de nuestro país.

Hoy, recorrer los pasillos de la Facultad de Medicina y ver aulas colmadas de futuras médicas es también recorrer los pasos que Cecilia abrió a fuerza de valentía, talento y perseverancia. Su historia no solo es la de una mujer que desafió las barreras de su tiempo, sino la de todas las que, gracias a su audacia, hoy estudian y ejercen la medicina como un derecho y no como una excepción.


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