Mujeres que dejaron huella: Elisa Bachofen, la primera ingeniera argentina.

Hoy, que miles de mujeres llenan las aulas de ingeniería y lideran proyectos tecnológicos, parece impensable que hubo un tiempo en que ese mundo estaba prohibido para nosotras. A comienzos del siglo XX, la ingeniería no solo era un territorio masculino: era un símbolo de poder técnico y social que se creía incompatible con la “naturaleza femenina”. En ese contexto, Elisa Bachofen se animó a lo imposible. Rompió prejuicios, derribó barreras y se convirtió en la primera ingeniera argentina y latinoamericana, marcando un antes y un después en la historia de la educación y los derechos profesionales de las mujeres.

Foto de Elisa Bachofen

Elisa nació en 1891 en Buenos Aires, en un tiempo en que la educación superior era un privilegio masculino. Mientras las universidades argentinas apenas comenzaban a abrirse tímidamente a las mujeres en medicina y derecho, la ingeniería seguía siendo un bastión cerrado. La sola idea de que una mujer pudiera proyectar puentes o calcular estructuras era considerada una excentricidad.

En 1912, ingresó a la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, una institución donde los pasillos y las aulas eran ocupados exclusivamente por varones. No existían precedentes de mujeres en esa carrera, lo que hizo que su presencia generara sorpresa, escepticismo y, en algunos casos, resistencia expresada abiertamente. Pero Elisa no se dejó intimidar. Con disciplina y una determinación a prueba de prejuicios, avanzó en un plan de estudios exigente, que incluía asignaturas como Mecánica, Hidráulica y Construcciones.

En 1918, Elisa Bachofen se graduó como la primera ingeniera argentina y latinoamericana, en un momento histórico que coincidió con la Reforma Universitaria, movimiento que impulsó la democratización del conocimiento y la igualdad en la educación superior. Su logro no fue solo individual: representó un acto político en defensa del derecho de las mujeres a acceder y destacarse en profesiones científicas.

Pero su historia no terminó con un título. Elisa desarrolló una carrera profesional destacada, enfocada en obras públicas y proyectos de infraestructura, campos que eran clave para el desarrollo nacional. Participó en estudios sobre hidráulica y planificación urbana, y defendió la importancia de que las mujeres se formaran en disciplinas técnicas, convencida de que la igualdad no debía limitarse al plano teórico, sino también materializarse en los espacios de trabajo.

Además, Elisa fue una voz activa en los debates feministas de la época. Integró la Asociación de Mujeres Universitarias, donde promovió la educación científica para mujeres y apoyó la lucha por el sufragio femenino y la igualdad de derechos civiles. Su figura se convirtió en símbolo de una nueva generación que entendía que la emancipación femenina también debía conquistar el mundo del saber.

Elisa no solo construyó estructuras: construyó oportunidades.

Elisa Bachofen falleció en 1976, pero su legado se mantiene vivo. Hoy, cuando vemos que cada vez más mujeres eligen carreras como Ingeniería y Tecnología, es imposible no recordar a quién abrió esa primera puerta. En su honor, la Universidad de Buenos Aires instituyó el Premio Elisa Bachofen para reconocer la excelencia en ingeniería, perpetuando su ejemplo como pionera en convertir el imposible en realidad.

Su historia nos recuerda que cada puente, cada camino, cada avance de ingeniería tiene detrás la valentía de quienes se animaron a desafiar prejuicios.  Y gracias a su determinación, miles de mujeres pueden hoy estudiar, innovar y liderar en un campo que alguna vez estuvo prohibido.


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