Victoria Ocampo fue una mujer que supo construir puentes entre la cultura argentina y el mundo, y que en el proceso abrió espacios hasta entonces reservados exclusivamente para hombres. En la actualidad, cuando la participación femenina en organismos internacionales es un derecho conquistado, es esencial recordar a quienes sentaron las bases para esta transformación. Victoria fue la primera mujer argentina en integrar la UNESCO y una de las intelectuales más influyentes del siglo XX, fue mucho más que una escritora: fue una gestora cultural, una militante feminista y una figura que abrió caminos imposibles para las mujeres de su tiempo.
Nació el 7 de abril de 1890 en Buenos Aires, en el seno de una familia aristocrática, educada bajo las estrictas normas de la élite argentina. Pero, a diferencia de lo que se esperaba para las mujeres de su clase, Victoria eligió otro rumbo. Viajó por Europa, se empapó de filosofÃa, arte y literatura, y construyó una mirada cosmopolita que luego se convirtió en una de sus armas más poderosas para intervenir en la cultura argentina.
Desde joven, Ocampo enfrentó las barreras impuestas por una sociedad que destinaba a las mujeres al silencio. Su pasión por la literatura era vista con desconfianza, pero eso no la detuvo: en 1931 fundó la revista Sur, un proyecto que cambió para siempre la historia cultural de América Latina. Sur fue mucho más que una publicación: fue un puente entre escritores argentinos y el mundo, un espacio para la traducción, la crÃtica y la circulación de ideas que sacudieron los cimientos de una cultura dominada por hombres. Por sus páginas pasaron firmas como Jorge Luis Borges, Alfonso Reyes, José Ortega y Gasset, y Victoria logró algo inédito: sentarse a la mesa grande de la intelectualidad y marcar agenda desde una perspectiva que incluÃa la emancipación femenina.
En un tiempo en que el feminismo era incipiente y muchas mujeres carecÃan de voz pública, Victoria hizo del arte y la literatura una herramienta polÃtica. Su amistad y diálogo con Virginia Woolf, Rabindranath Tagore y André Malraux le permitieron tender redes globales, pero también reforzar sus convicciones: que la autonomÃa intelectual era la base para cualquier lucha por la igualdad de género.
Expansión de la democratización del conocimiento y la circulación de la cultura
Su consagración internacional llegó en 1947, cuando se convirtió en la primera mujer argentina en integrar la UNESCO, la organización de la ONU que trabaja por la educación, la ciencia y la cultura. AllÃ, Ocampo defendió la democratización del conocimiento y la circulación de la cultura como pilares para sociedades más justas. Su ingreso fue histórico no solo por el reconocimiento personal, sino porque implicó derribar otra frontera de género: hasta entonces, la diplomacia y los organismos multilaterales eran espacios casi exclusivamente masculinos.
Como escritora, Victoria dejó una obra vasta: ensayos, memorias, traducciones y reflexiones sobre la condición femenina, cuestionando roles impuestos y proponiendo un feminismo centrado en la autonomÃa y la libertad. Su serie de testimonios es, todavÃa hoy, una referencia para entender las tensiones de su época y la audacia de una mujer que nunca aceptó ser espectadora.
Victoria Ocampo murió el 27 de enero de 1979, pero su legado sigue vivo: la revista Sur, que cambió la historia de la literatura latinoamericana; su lucha por la inclusión de la mujer en la vida pública y su presencia en la UNESCO, que abrió puertas donde antes solo habÃa muros.
En tiempos en que las conquistas parecen naturales, conviene recordar que hubo quienes las soñaron cuando eran impensables. Victoria fue una de ellas: la mujer que hizo de la cultura un campo de batalla y que entendió, antes que nadie, que la palabra también es poder.



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